domingo, octubre 02, 2016

Las certezas de fin de año- Valga para este Shaná Tová, también

Este texto lo publiqué en el 2012. Hoy, vuelvo a hacerlo. Hoy, por este ¡Shaná Tová! 

Termina el año y, creo, que una de las cuestiones importantes es lo que se tiene claro. La certeza real de ciertos elementos. Esto, quizás, nos permita el lujo de un balance prometedor. La certeza a la que me refiero es la que nace no sólo de convicciones sino de la realidad que nos rodea y que alimentamos. Aquella que nos permite no sólo creer sino vivir con más tranquilidad.
Hoy, en este fin de año, tengo certezas absolutas sobre algunos puntos. Tal vez sea la madurez, dicen. No es que voy a enlistarlas ni a dar ejemplos pero si marcar las cuatro que considero que, inevitablemente, están a la cabeza.
Sé a quienes amo. Por eso de estoy condenado a amar. Es tan importante ello. Saber, a ciencia cierta, a quienes amamos es fundamental porque no habla del pasado, ni del futuro, sino del “aquí y ahora”. Pero algo tan esencial incluye algunas cuestiones que no debemos negar. Amar a alguien no implica otra cosa que la convicción que tenemos, no conlleva, necesariamente, la reciprocidad. Si, valga decirlo, ojalá la acompañe. Pero no es lo que nos da una convicción, sino que la hace más “divertida” –si, permítanme ese término lúdico pero léanlo en su sentido más profundo, comprometido y compartido posible-. Confieso que he amado, decía, pero sé que lo haré también porque tengo claro a quienes amo. Esto, independiente de esas personas. La autonomía también alimenta el amor.
Lo segundo de lo que tengo certezas es en mi fe. Saber que he llegado a ella por vivir, por compartir, por comprender, por sentir, por ser racionalmente idealista y por ser utópicamente racional. Por mis errores y aciertos que, nunca son iguales. Por el dolor sufrido, por la alegría compartida, por el daño recibido, por el que hice, también. Por lo que me dieron y ofrecí, por lo que me quitaron y quité.
Lo tercero, son mis amigos. Pocos, como corresponde pero sé cuáles son y, por ende, cuáles no. En esta línea divisoria que sólo se manifiesta cuando hay problemas radica la esencia de la tranquilidad para las crisis siempre probables. No quita que en el segundo grupo, siempre uno pueda sorprenderse con gestos que enaltecen y animan, con actitudes que facilitan el sentirse vivos. Pero mis amigos y amigas, ese puñado de personas vaya que tengo certezas sobre ellos.
Lo cuarto, el placer. Sé lo que me produce placer, sé lo que no lo hace y sé en qué dirección avanzar para que su búsqueda sea con muchas probabilidades de tenerlo. El placer, valga recordar, es siempre una tierra exótica que nos invita a descubrirla un poco más. Por más que haya algunos lugares que visitamos y sobre los cuáles tenemos certezas, es bueno imaginar, creer y asumir que existe un mundo que aún podemos intentar descubrir y que nos producirá placer hacerlo. He aquí, me permito decirlo, un pequeño secreto de juventud símil eterna. Pero lo dicho no quita que tengo la certeza del placer que recibí, de algunos de los que di, no de todos. También sé, con convicción absoluta, aquellos que, aún hoy, me gustaría revivirlos.
Tengo algunas certezas más, sobre personas que están y otras que no están. Sé con quienes me gusta hablar por más que no lo haga, sé que el arte, por más que no lo maneje, es vital para expresarme, sé con quienes aún me debo largas charlas y con quien algunos besos, sé algunas de esas cosas con la certeza que da el haberlas sentido, pensado, creído y aceptado.
He aquí, sin dudas, los elementos que me permiten pensar un año más para poder vivirlo, de poder pretender que sea pleno y enriquecedor, aunque sepamos que en eso no hay certezas por eso de “caminante no hay caminos sino estelas en el mar”.


Y tú, ¿cuáles son tus certezas en ese año que se termina?

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